martes

ARENA



ARENA
A veces paseaba entre un mar de dunas negras,
sabía que el mar estaba lejos,
a mil deseos de distancia.
No era un mal negocio
poder soñar con tocar el agua
aunque en su boca la arena ahogaba su semilla.
Y caminaba hacia donde el salitre le indicaba.
Una y otra vez sus rodillas lloraban fuego
tiñendo de crepúsculo
cada grano amarillo
de ese desierto que le arrancaba el alma.
Hasta que se derrumbó,
sus mejillas besaron la arena,
el cielo reflejó a golpes de instantes
el mar ansiado que jamás podría alcanzar.
Y en su último aliento de vida,
sus propias lágrimas le mostraron
en sus ojos la imagen del mar que jamás pudo besar.

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